Teoría de la mente

Si la cognición no logra desarrollarse pueden producirse patologías, por ejemplo, algunos hipotetizan que el autismo tiene su origen en un fallo cognitivo en el afectado.

También pueden reconocerse al mirarse en el espejo y son capaces de decir "yo pienso".

A partir de los 24 meses comienza el desarrollo ontogénico donde se reconocen tres fases.

La fase 1 se da entre los 4-5 años, está relacionada con la habilidad para entender que otras personas pueden tener creencias falsas sobre el estado del mundo y que son diferentes a las propias.

La fase 2 se da entre los 6-7 años, se la conoce como la fase de "creer en lo creído" y está relacionada con la habilidad para reconocer que uno puede tener una creencia falsa sobre lo que los demás creen.

El desarrollo de la teoría de la mente es facilitado por los padres al hablar con sus hijos y al utilizar expresiones que refieren a los estados mentales de otros sujetos, también por la interacción con hermanos mayores que les permiten percibir los estados mentales del otro.

Cuando adquirimos la teoría de la mente poseemos la capacidad de comprender y reflexionar en relación con nuestro estado mental, así como también con el estado mental del otro.

Entendido esto podemos comprender por qué, por ejemplo, los niños menores de cuatro años no saben mentir.

[7]​ La mediación didáctica implica en este sentido: a) plantear situaciones que generan en el estudiante contradicciones o afinidades entre sus conocimientos previos y la nueva información, es decir, un conflicto cognoscitivo; b) transformar este desequilibrio mental interno en una tensión fecunda de sinergias opuestas que motivan al estudiante a plantearse explicaciones más plausibles con libertad y autonomía; c) abrir espacios movilizadores en espiral de preguntas y redes de conceptos aplicables a la interpretación y evaluación de situaciones nuevas que consolidan en los estudiantes múltiples bifurcaciones cognoscitivas, afectivas, procedimentales y actitudinales.

[8]​ Los sistema escolares enfrentan las exigencias del mundo laboral que van más allá de las habilidades técnicas; las habilidades del siglo XXI son cognitivas de orden superior y exigen gestión del conocimiento, análisis, interacción e intercambio (OCDE, 2010) del pensamiento creativo, crítico, reflexivo y de colaboración (Levi & Murnane, 20333; Sunkel, Trucco & Espejo, 2014), retos que demandan una mirada más amplia y compleja del uso de las nuevas tecnologías en la educación.

esta premisa implica alentar una conciencia sobre lo que se aprende y cómo se aprende, no por estar al frente de un vídeo o cualquier recurso multimedia, sino por asumir el papel de aprendiz como una persona pensante, interesado en regular lo aprendido como una forma de comprender, construir, aplicar y transformar.

[9]​ En su libro Metacognición y lectura, Juana Pinzás G. dice: «El tema de “aprender a aprender” es un ejemplo pertinente(…) Se puede decir que el interés por este tópico, surgido desde hace veinte años, responde a la creencia de que al preparar al alumno es necesario dotarlo de estrategias cognitivas para que, llegado el caso (como ciudadano independiente inserto en el mundo laboral y social), pueda enseñarse a sí mismo lo que no sabe o no aprendió o requiere saber y logre así mismo desarrollar los recursos (información, habilidades, estrategias, técnicas, etc.) que le permitan desempeñarse o reaccionar adecuadamente ante situaciones y problemas laborales u ocupacionales inesperados que quizás ahora nos parezcan posibilidades inverosímiles».

Según Veddum, Pedersen, Landert y Bliksted «tanto los pacientes con esquizofrenia como los pacientes con trastornos del espectro autista (TEA) tienen problemas cognitivos sociales y déficits de la teoría de la mente (ToM).

Sin embargo, no está claro si tanto la ToM verbal (explícita) como la no verbal (implícita), así como la percepción social, se ven afectadas de manera similar en ambos trastornos».

Mientras que los pacientes con TEA solo tenían déficits con respecto a la percepción social compleja en comparación con sus controles.

Es decir, tanto las personas con AN como las autistas tienen dificultades significativas en todos los aspectos de la teoría de la mente en relación con los grupos controles sanos, pero existen algunas diferencias en el perfil subyacente.

[12]​ En un metaanálisis realizado en 2016 se encontró que «las habilidades relacionadas con la ToM están afectadas durante una depresión y pueden potencialmente contribuir a las dificultades psicosociales durante la misma».

Sin embargo, no está claro si los déficits de ToM son específicos o si surgen de déficits cognitivos globales asociados con la depresión.

Estas diferencias grupales no se debieron al sesgo de interpretación.

[18]​[19]​ Este grupo de regiones han sido identificadas como relevantes en estudios ocasionados por lesiones y con estimulación magnética transcraneal.