El corazón contiene diferentes válvulas que impiden el reflujo de la sangre en sentido inverso a la corriente principal.
[1] Durante la contracción de los ventrículos o sístole ventricular, las cuerdas tendinosas se tensan, las valvas de las válvulas mitral y tricúspude se cierran impidiendo que la sangre retroceda hacia las aurículas.
Las cuerdas tendinosas se encuentra relajadas y las válvulas auriculoventriculares permanecen abiertas.
[2] Cuando los ventrículos se contraen durante la sístole ventricular, el aumento en la presión sanguínea en ambas cámaras obliga a las válvulas auriculoventriculares a cerrarse simultáneamente, evitando el reflujo de sangre hacia la aurícula.
[2] Si las cuerdas tendinosas de dañan o rompen por algún motivo, o se produce parálisis de alguno de los músculos papilares que son los que la mantiene la cuerda a tensión, la sangre podría regurgitar hacia la aurícula durante la contracción ventricular, lo que dificultaría considerablente la función impulsora del corazón, produciéndose insuficiencia cardíaca, en algunos casos grave.