En cuanto a su simetría y propiedades ópticas, presenta un notable parecido con el cuarzo.
Se forma junto a las rocas volcánicas y fuentes cálidas.
En la antigüedad, se usó para preservar huesos humanos y en pinturas rupestres (como las descubiertas cerca de Almadén).
Tal vez siguiendo esa tradición como preservador de huesos, los alquimistas utilizaron el cinabrio para preparar un elixir que, suponían, aseguraba la longevidad, aunque en realidad más probablemente producía envenenamiento por mercurio.
Este compuesto si se quema evaporará el mercurio y dejará el oro.