Sonetos del amor oscuro

Rafael Rodríguez Rapún fue tal vez, según Ian Gibson, «el más hondo amor de Lorca».

Sustituyó a Pedro Miguel González Quijano como secretario de La Barraca en 1933.

El poeta esperaba impaciente la llegada desde Madrid de su «íntimo amigo» Rafael Rodríguez Rapún; Ian Gibson señala que en esa época Lorca sufría en su relación con Rapún, debido a la «actividad heterosexual» de su joven y atractivo amante, y que el hecho de que éste no se presentase en Valencia «se le aparecería como expresión de abandono», sentimientos que se expresan en «El poeta dice su verdad» y «Soneto de la carta», escritos en papel del hotel donde se hospedaba.

Manuel Francisco Reina cree que este poema es indicativo de que los Sonetos del amor oscuro estuvieran dedicados a Ramírez de Lucas y no a Rodríguez Rapún, cuya relación con Lorca «se rompió antes del viaje de Federico a Nueva York y Uruguay», según apunta Gibson.

[9]​ Fue el también poeta Vicente Aleixandre quien, en 1937, recordaba en una evocación publicada en El mono azul que García Lorca le había hecho una lectura, antes de marchar a Granada, de su última obra lírica: Sonetos del amor oscuro.

[3]​ Por otro lado, en una entrevista concedida por Lorca en abril de 1936 comentaba «Tengo cuatro libros escritos que van a ser publicados: Nueva York (sic), Sonetos, la comedia sin título y otro».

[11]​ Otro título que sale a relucir en las fuentes sobre Lorca es Jardín de los sonetos, mencionado por Luis Rosales en una entrevista concedida al biógrafo del poeta Ian Gibson, publicada en la revista Triunfo en 1979.

[15]​ Ese mismo 1981 Mario Hernández realizó una edición de los Sonetos para Alianza Editorial, junto al Diván del Tamarit y el Llanto por Ignacio Sánchez Mejías.

[19]​ Pese a ello la edición, sobre la que se publicaron numerosos artículos en los diarios y revistas españoles, consiguió uno de sus presumibles objetivos: tres meses después se realizaba una edición considerablemente más fiable y autorizada de los Sonetos del amor oscuro, preparada por Miguel García-Posada.

[21]​ El hispanista estadounidense Daniel Eisenberg lista y estudia los comentarios publicados en el año que siguió a la publicación de los poemas, tanto la inicial clandestina como la subsiguiente autorizada, en su artículo «Reaction to the Sonetos del amor oscuro» (Reacción a los Sonetos del amor oscuro), donde señala que se trató de un evento literario de gran magnitud y que la considerable reacción en la prensa española y extranjera fue «a la vez fascinante e instructiva sobre los asuntos lorquianos».

[15]​ Dice Eisenberg que tras la publicación clandestina de los Sonetos del amor oscuro en 1983, la prensa y los medios españoles mostraron su apoyo a la edición, agradeciendo que se hubieran hecho públicos.

Fernando Lázaro Carreter agradecía la edición, «no se queje ahora quien pudo hacerla antes y no la hizo»; Vicente Aleixandre aprobaba que el «editor anónimo» los hubiera dado a conocer; José Luis Cano la consideró una «pequeña joya»; Francisco Ayala descartaba el calificativo de «pirata», considerándola «una ofrenda anónima y desinteresada a la memoria inmortal del poeta»; Álvaro Salvador incidía en la injusticia de no haber dispuesto de los sonetos, «durante tantos años secuestrados por odio, intolerancia y miedo» y en la «felicísima idea» de que una mano anónima los hubiera dejado «volar libremente»[15]​ Los comentarios sobre los Sonetos de amor oscuro celebraban ampliamente su «belleza inmortal»; «impresionantes», «hermosísimos», «espléndidos», «asombrosos», «bellísimos», «maravillosos»; «poemas perfectos, limpios, terriblemente encendidos por el amor, magistrales en su clasicismo y en su finura».

Eisenberg destaca el comentario del traductor al francés de los sonetos, André Belamich, quien dijo: «Me resulta difícil comprender que no hayan querido publicar estos poemas hasta ahora.

En su introducción a la publicación de los Sonetos del amor oscuro por el ABC en 1984, Miguel García-Posada remitía a la relación entre lo oscuro y lo secreto del amor, al sufrimiento del poeta amante y a la vinculación con San Juan de la Cruz, y se lamentaba de la «abusiva simplificación» a que se había sometido el concepto, «otorgándole unas resonancias morbosas, y aún mórbidas, que el autor no hubiera suscrito.»[21]​ García-Posada se refiere así a la línea de opinión abierta por los estudios de Jean-Louis Schonberg sobre Lorca, publicados en 1956 bajo el título Federico García Lorca.

En respuesta a la publicación de los Sonetos del amor oscuro en el ABC, Aleixandre manifestó su sorpresa por cómo se evitaba cuidadosamente mencionar la palabra «homosexual» en los artículos escritos sobre el tema.

[24]​ También el hispanista italiano Carmelo Samonà señalaba la «curiosa reticencia» que se mostraba «desde las páginas del diario madrileño.

¿En 1984 es realmente necesario defender a Lorca de sí mismo?»[25]​ En el mismo sentido se pronunciaba, tras un estudio de los sonetos, Víctor Infantes: «En (casi) todo lo leído sobre los Sonetos del amor oscuro se evita cuidadosa y cautelosamente mencionar, sugerir, apuntar la homosexualidad de García Lorca.»[26]​ El propio Gibson ha apuntado que dicha elusión, en «los malos críticos de siempre» y «en ciertos lorquistas», pudiera estar motivada en evitar problemas con la familia, por temor a que se les cerraran «las puertas del archivo de la Fundación García Lorca».

[23]​ Daniel Eisenberg concluye que, aunque Lorca pensara abordar un concepto más amplio y un título más genérico para su colección de sonetos, el sentido «comúnmente admitido» sobre los poemas amorosos, los que él llamó Sonetos del amor oscuro, sigue siendo correcto.

[15]​ Uta Felten señala que, como sucede en el Diván del Tamarit, «sangre, éxtasis, deseo, dolor, violencia y martirio» son los temas en torno a los cuales giran los Sonetos del amor oscuro.

Su corazón no era ciertamente alegre. Era capaz de toda la alegría del Universo; pero su sima profunda, como la de todo gran poeta, no era la de la alegría. Quienes le vieron pasar por la vida como un ave llena de colorido, no le conocieron. Su corazón era como pocos apasionado, y una capacidad de amor y de sufrimiento ennoblecía cada día más su noble frente. Amó mucho, cualidad que algunos superficiales le negaron. Y sufrió por amor, lo que probablemente nadie supo.

«Federico» (1937), de Vicente Aleixandre .
San Sebastián (1651), de José de Ribera . La imagen del santo como effeminatus ha llegado a convertirse en un mito homoerótico que fascinaba tanto a Lorca como Salvador Dalí , una especie de «lenguaje privado de la sexualidad» entre ambos artistas, según revela su correspondencia. [ 28 ]