Diván del Tamarit

[2]​ La obra fue publicada en 1940 en Buenos Aires por la editorial Losada y en Nueva York (bajo el título The Divan at Tamarit)[3]​ por la Revista Hispánica Moderna.

Dado que se trata de una publicación póstuma (y por tanto no revisada por el autor), las distintas ediciones han incluido pequeñas variaciones en su índice.

[14]​ A su vuelta a España, Lorca se desbordó en una producción que profundizaba en su problemática personal, al tiempo que, con la llegada de la República, reencontró y se acercó aún más al pueblo.

Aunque su producción lírica fue corta, en comparación a la época inmediatamente anterior, su calidad ha sido calificada de extraordinaria.

[15]​ La obra poética de Lorca desde el regreso a España se publicó en su mayoría póstumamente.

En una poda posterior, varios de sus poemas pasaron a Poeta en Nueva York y al Diván del Tamarit, que fue concebido como libro en 1934.

Según Gibson, Eduardo Rodríguez Valdivieso, amigo y confidente de Lorca, relata que las constantes demoras de la universidad en la publicación del libro exasperaron al poeta, quien le encargó que pidiera sus cuartillas a Gallego Burín y se las mandara a Madrid.

[18]​ La edición de Mario Hernández para Alianza Editorial en 1981 la incorporaba en un apéndice, junto al poema «Dos normas» (dos décimas «Dedicadas al gran poeta Jorge Guillén»), publicado entre las «Poesías inéditas» que cerraban la primera edición de 1940.

[19]​ El prólogo que escribió García Gómez para la fallida edición de la Universidad de Granada, «Nota al Diván del Tamarit», no se añadió a las primeras ediciones del libro, y el propio autor, no pensando que nunca fuera a ocupar su sitio, lo acabó añadiendo a su libro Silla del moro y nuevas escenas andaluzas en 1954.

En la década de 1930 se dio un renovado el interés por la cultura y especialmente la literatura arabigoandaluzas.

[23]​ Tras los poemas americanos de Poeta en Nueva York, Lorca regresó con el Diván al ámbito andaluz, no desde una perspectiva mítica, sino lírica, mediante una identificación parcial como la antigua poesía persa y arabigoandaluza.

No obstante, se puede apreciar cierto acercamiento a los aspectos formales de la poesía árabe clásica; dos de los poemas, la «Gacela del recuerdo del amor», con doce versos que riman en «o», y la «Casida de la muchacha dorada», que usa la «a» como vocal final en todo el poema, son monorrimos, rima tradicional en la poesía árabe.

[24]​ Hablando del Diván, Miguel García-Posada inscribe a Lorca en el Orientalismo, una corriente de la lírica occidental y española que cultivaron desde Goethe, con su Westöstlicher Diwan, hasta Víctor Hugo.

Menciona a Luis Cernuda como el primero en ver las analogías y coincidencias de la poesía lorquiana con la oriental:[25]​

En los versos de Lorca se puede apreciar ese doble legado, que comparte una estética afín.

En el Diván quizás no aparece esa trascendencia de lo personal a lo universal que puede encontrarse en la «Oda a Walt Whitman», pero se inserta en una larga tradición de poesía erótica que gira alrededor del dolor por el amor imposible y su vocación de fracaso y muerte, tradición que puede abarcar desde Safo a Quevedo y los románticos, y a sus mismos compañeros de generación Pedro Salinas o Emilio Prados.

Contó con la colaboración del maestro cubano Leo Brouwer, la Orquesta Filarmónica de Londres, el Orfeón Donostiarra, Fernando Bellver, Mario Hernández, Javier Krahe, Paco Ibáñez, Luis Pastor, José Antonio Labordeta o Santiago Auserón.

Página inicial de las Soledades en el Manuscrito Chacón de las obras de Luis de Góngora . La poesía de Góngora fue una fuerte influencia para Lorca ; en especial, el uso de la metáfora . Entendía Lorca que, para crear frente a los modelos épicos una gran poesía lírica, Góngora convirtió la narración épica en el «esqueleto del poema envuelto en la carne magnífica de las imágenes», las metáforas, la lírica. [ 21 ]
Saint Sebastian (1906), de Fred Holland Day (1864-1933). La representación del santo como effeminatus , un hermoso joven que ofrece su cuerpo, erótico y semidesnudo, atravesado por flechas fálicas, fue habitual entre artistas del Renacimiento italiano como Botticelli , Bronzino , da Messina y Mantegna . Constituye un mito homoerótico por excelencia, que la correspondencia entre Lorca y Dalí revela que se había transformado en un «lenguaje privado de la sexualidad» entre ambos artistas. [ 29 ]