[1] Quienes desde el gobierno empezaron la transición «éramos, en materia política, poco más que unos pescadores de Galilea.
[3] De tal manera que «hubo que empezar la Transición exterior navegando a la vista por un mar desconocido, sin cartas náuticas de referencia y con un solo rumbo claro: integrar a España en los foros internacionales a los que no había sido admitida cuando se constituyeron por la naturaleza no democrática del Régimen anterior».
[5] Al recordar el largo y difícil proceso de las negociaciones, concluye «que España no fue recibida con generosidad por sus vecinos comunitarios».
[6] Y cita a dos figuras clave en esa historia: Alberto Ullastres, «que había negociado magistralmente»[6] el Acuerdo Preferencial de 1970, y Raimundo Bassols, «verdadero artífice de nuestro ingreso en el Mercado Común».
[14] Para Marcelino Oreja, este ensayo «es una pieza maestra sobre la transición exterior y muestra su esfuerzo denodado por colocar a España en su sitio».
Cabe resumir su idea central diciendo que España abdicó de desempeñar un papel en la escena internacional desde tiempos de Carlos III y no lo recuperó hasta la Transición, en concreto hasta su entrada en la OTAN en 1982 y en las Comunidades Europeas en 1986 […].