La desencadenó el gran visir Kara Mustafá, que necesitaba desesperadamente un éxito militar para reforzar su posición inestable.Los turcos, que avanzaron con una fuerza abrumadora, habían reunido el mayor ejército musulmán desde los tiempos de Saladino.Y así fue que este proclamó una cruzada, esta vez para defender una ciudad cristiana, Viena.A la llamada acudieron todos los países cristianos de Europa (excepto el propio rey de Francia, al que llamaron «el rey moro»), bien con tropas, bien solamente mediante aportación monetaria (como hizo España).Mehmed IV autorizó a Kara Mustafa Pasha a avanzar hasta los castillos de Győr (nombre en el periodo otomano: Yanıkkale, alemán: Raab) y Komárom (turco: Komaron, alemán: Komorn), ambos en el noroeste de Hungría, y asediarlos.Al día siguiente, la vanguardia del ejército otomano comenzó a marchar hacia el norte desde Edirne, en Tracia.Jan Kazimierz Sapieha retrasó la marcha del ejército lituano para devastar las serranías húngaras (ahora Eslovaquia), y llegó a Viena después de la batalla.Aprovechando esto, los húsares alados realizaron una carga de caballería arrolladora contra las tropas turcas.Los zapadores turcos mientras tanto prepararon una gran detonación final debajo del Löbelbastei[11] para abrir una brecha en las murallas vienesas.En vez de concentrarse en la batalla mandando refuerzos, los otomanos continuaron en sus esfuerzos por abrirse paso en la ciudad.[12] Los otomanos se encontraban en una situación desesperada, rodeados por el ejército polaco y las fuerzas imperiales.Para las 4 de la tarde los husares fueron los primeros en entrar acción, golpeando contra las líneas otomanas y acercándose a la Türkenschanze, que ahora estaba amenazada por tres frentes.[13][14] Sobieski dirigía la carga[8] a la cabeza de 3000 lanceros pesados polacos, los afamados "Húsares Alados".[18] Las bajas entre las fuerzas de Sobieski fueron mucho más reducidas, sumando aproximadamente 3500 muertos y heridos, incluyendo 1300 polacos.Starhemberg inmediatamente ordenó la reparación de las fortificaciones más seriamente dañadas en Viena para prevenir un posible contraataque otomano.Por ejemplo, Sobieski exigió que las tropas polacas fueran los primeros en recibir el expolio del campamento otomano.[21] También, los sajones protestantes, que llegaron para liberar la ciudad, fueron aparentemente insultados por la población católica de la campiña vienesa.Los sajones abandonaron la batalla de inmediato, sin tan siquiera recoger parte del botín, y rehusaron continuar con la persecución.[22] Finalmente los persas no iniciaron una nueva campaña, por el consejo de los eunucos (una facción dominante en la corte real).Los eunucos temía que la disminución del ejército safávida en los últimos años hacía imprudente una guerra contra los otomanos.