Su familia es humilde pero con espíritu viajero y gran curiosidad por conocer cosas nuevas.
Su padre, Severo Grande, era zapatero y su madre, Ramona García, se dedica a cuidar de la familia.
Dada su innata facilidad para el dibujo los profesores le animan a matricularse en la Escuela de Artes y Oficios.
Completa sus conocimientos académicos en la Escuela Elemental de Trabajo, a la que acude durante años.
Muy pronto consigue trabajar en dos talleres cercanos a la Sagrada Familia, uno de ellos dirigido por Carlos Capdevilla, en el que realiza trabajos para cementerios; el otro, dirigido por Carlos Salazar se adecua más a sus objetivos ya que le permite reproducir en piedra esculturas de otros artistas.
En 1957, adquiere en alquiler el taller de Carlos Salazar donde continúa trabajando durante varios años.
Edifica su taller frente a la casa familiar pero permanece en él poco tiempo; pronto se traslada al Paseo de San Gregorio, en la ribera del Tormes, donde alquila un viejo taller de curtidores en el trabaja varios años.
Muy pronto la pareja se traslada a vivir allí y un año después nace su hija Nieves.
En ese mismo año recibe la visita del escultor y amigo de juventud Marcel Martí.
Animado por su éxito, continúa trabajando y de manera casual conoce a Van G. Gerrit, un escultor holandés que también utiliza el mármol como material esencial.
También es una muestra individual y en la que homenajea al escultor bejarano Mateo Hernández.
Se trata del Premio Pinat que recae en 1988 en Alejandro de la Sota, en 1989 en Rafael Moneo y en 1990 en Jaime Pifarré.
Todas sus esculturas están realizadas en talla directa sobre materiales de gran dureza.
Anualmente, entre los años 1990 y 2003, se entrega una escultura suya a un salmantino ilustre.
También en 1990 realiza una escultura en mármol negro que forma parte de la fachada del edificio “Altamira” ubicado en una céntrica calle salmantina.
Viaja con su familia a Inglaterra y tras la visita al British Museum crece su admiración por el arte egipcio.
Para Plasencia realiza un busto en bronce del médico Marceliano Sayáns, que se coloca en una plaza pública.
Las dimensiones, 14 m de altura, lo convierten en la obra más conocida del artista.