Esta presunción por defecto hace que la gente haga explicaciones erróneas del comportamiento.
Este sesgo cognitivo, por el que se propende a enfatizar los aspectos internos frente a los externos cuando se explican las acciones de los demás, suele estar bastante mitigado en las personas que han sido entrenadas para analizar y evaluar su propio comportamiento.
Jones escribió[3] que encontró el término de Ross "demasiado provocativo y algo desorientador" e hizo el chiste: "Además, me irrita que no se me ocurriera a mí primero".
[cita requerida] La gente suele mentir sobre las pequeñas cosas y posteriormente hace justificaciones sobre ello.
Otro ejemplo se observa en el cuento de Paul Watzlawick, donde un señor necesita pedirle a su vecino un martillo.