Sepulcros reales del monasterio de Poblet

Pero fue Pedro el Ceremonioso quien llevó a buen término la obra del fastuoso conjunto sepulcral, encargando los trabajos al artista escultor maestro Aloi (o Eloy).La idea original fue la de hacer en el crucero cuatro sepulcros con paso intermedio, pero hubo que desistir por no encontrar suficiente espacio.En 1370 surgió la idea de construir unos arcos escarzanos lo suficientemente amplios como para dar paso a los monjes y que pudieran transitar libremente por el crucero.En este grabado aparece, además, la innovación que se hizo en el siglo XVII cuando en 1660 Juan Francisco Grau añadió una base en que estaban esculpidos, escudos y relieves y donde se abrió una puerta de acceso al interior.Y así fue hecho pero de esta ornamentación no quedó nada después de las destrucciones del siglo XIX; incluso la historiografía lo ignoró por desconocido hasta que más tarde se descubrió un documento descriptivo escrito en el siglo XVIII:[4]​Se incorporaron sobre ellos estatuas yacentes con vestimentas y símbolos que representaban tanto la dignidad real como la pertenencia a la orden cisterciense pues desde muy antiguo existía la costumbre de demostrar en la propia efigie del difunto su participación en los beneficios espirituales de la orden religiosa que les había acogido.Según estas anotaciones, en dicho año los sepulcros reales estaban aun en sus pedestales, aunque abiertos y mutilados.Los restos de Jaime I estuvieron expuestos al público durante algún tiempo, en la capilla Corpore Christi del claustro.La idea era aprovechar para tal proyecto la arquitectura y escultura que quedara todavía en el Poblet abandonado.[6]​ Se organizó a tal efecto un equipo formado por el arqueólogo Buenaventura Hernández Sanahuja (1810-1891), el escultor Bernardo Verderol con su ayudante José Jiménez, más un albañil con cuatro peones y un cantero.Marés utilizó para la restauración el alabastro procedente de Beuda en Gerona, la misma cantera que había abastecido a los artistas del siglo XIV.[10]​ Terminado el trabajo con éxito, la Administración quiso celebrarlo organizando tres exposiciones en Madrid, Zaragoza y Barcelona.
Los sepulcros con los doseletes y la base de piedra. Grabado de Alexandre de Laborde , 1806.
Sepulcros reales de Poblet en 1839, litografía de Francisco Javier Parcerisa para el libro Recuerdos y bellezas de España .