La derrota y cautiverio del emperador Valeriano en 260, dejó las provincias orientales vulnerables a los persas.
La idea de una supremacía persa en la región no era algo deseable para Palmira y su regente.
Tras ser proclamados dos emperadores en el Oriente en 261, Odenato tomó parte por Galieno, el hijo y sucesor de Valeriano.
Ya había asumido el título de rey anteriormente, sin embargo ahora se le nombró totius Orientis imperator, no simplemente un regente, ni un Augusto, sino líder independiente de todo el Oriente.
Por tanto, no hay ninguna base para suponer que tal acto de violencia hubiera sido instigado por Roma.