Debido al modelo agroexportador que tuvo la Argentina hasta la década de 1930, el sector metalúrgico era relativamente pequeño, aunque la empresa Vasena era la más importante del país.
En 1912 se había transformado en una sociedad anónima con importante participación de capitales ingleses y sede legal en Londres,[11] cambiando su nombre por Argentine Iron & Steel Manufactury formerly Pedro Vasena e Hijos.
Al morir Pedro Vasena en 1916, la presidencia de la compañía pasó a su hijo Alfredo, secundado por sus tres hermanos, Emilio, Humberto y Severino.
Para ello les entregaron a los rompehuelgas armas de fuego, con autorizaciones concedidas por el gobierno.
[20] Al día siguiente otro huelguista, Ramón Sibacini, fue herido de un balazo en la pierna por los rompehuelgas Domingo Ratti y Juan Vidal.
Ese mismo día todos los capataces de la Casa Vasena se plegaron formalmente a la huelga.
Vasena se comprometió también a no realizar actividades al día siguiente, para evitar nuevos incidentes.
La negativa de la empresa a negociar, a pesar de la tragedia del día anterior, tensó aún más los ánimos ya exacerbados por las muertes y los desmanes, como pudo percibirse en la asamblea informativa que el sindicato realizó esa noche en el salón Augusteo ubicado en Sarmiento 1374.
Allí se produjo una enorme confrontación armada con los guardias que custodiaban la empresa y sus dueños.
Oddone menciona que al centro socialista del barrio (circunscripción 8.ª) fueron llevados cinco cadáveres.
[50] Al promediar la tarde las fuerzas militares y policiales habían comenzado a tomar el control de la ciudad.
[51][52] Las tropas del gobierno tenían también orden de que "no se desperdiciaran municiones con tiros al aire".
La Protesta dejó de salir y tanto la FORA V como los principales dirigentes anarquistas pasaron a la clandestinidad.
En el Centro Naval se crearía ese día la Comisión Pro Defensores del Orden, una organización parapolicial de extrema derecha e ideología fascista, liderada por influyentes militares, curas, empresarios y políticos radicales y conservadores, que pocos días después cambiaría su nombre por Liga Patriótica Argentina.
Las fuerzas represivas continuaron todo el día y los dos días subsiguientes actuando sin limitaciones de ningún tipo.
[61] Un testigo describió la impunidad represiva que reinaba en la ciudad ese día: El escritor Juan José de Soiza Reilly describió también lo que vio ese día en el Once: Pinie Wald, director del periódico Avantgard, detenido y torturado por el gobierno, describiría años después en su libro Pesadilla (1929) lo que estaba sucediendo: Con ese escenario de fondo y mientras la matanza alcanzaba su pico, el presidente Hipólito Yrigoyen convocó por la tarde a la FORA del IX Congreso, encabezada por su secretario general Sebastián Marotta, y a Alfredo Vasena -que concurrió acompañado del embajador británico- a la Casa Rosada para imponerles el levantamiento de la huelga a la central sindical y la aceptación del pliego de huelga al presidente de la empresa.
[63] El gobierno pondría en libertad también a todos los detenidos,[64] con excepción de aquellos condenados por delitos graves, entre los que se encontraba Radowitsky.
[65] La FORA IX dispuso entonces "dar por terminado el movimiento recomendando a todos los huelguistas de inmediato la vuelta al trabajo".
La huelga se había extendido a otras ciudades del país (Rosario, Mar del Plata, San Fernando, San Pedro, Santa Fe, Tucumán, Mendoza y Córdoba), impulsada incluso por sindicatos y secciones de la FORA IX.
El gobierno decidió entonces poner en marcha una operación para hacer creer a la población que las protestas sindicales habían sido parte de una conspiración internacional ruso-judía para establecer un régimen soviético en la Argentina.
Como parte de esa operación fue detenido el periodista Pinie Wald, su novia Rosa Weinstein, Juan Zelestuk y Sergio Suslow.
Los obreros volverían al trabajo el lunes 20, luego de reparar los establecimientos y maquinarias, pero percibiendo su salario desde ese día.
[77] Al día siguiente, Yrigoyen ordenó hacer efectiva la puesta en libertad de todos los detenidos.
[81] Al día siguiente, Dellepiane amenazó con "emplazar la artillería en la plaza del Congreso y atronar con los cañones toda la ciudad" si la violencia de ambos bandos no cesaba.
Mientras tanto, un destacamento del ejército instalado frente a la fábrica abrió fuego contra los obreros y en otros lugares dos policías son muertos, el cabo Teófilo Ramírez y el agente Ángel Giusti, al ser atacados por los huelguistas.
Una investigación realizada durante esas fechas por el Ejército de los Estados Unidos, y difundida después, planteó que los obreros anarquistas habían actuado bajo la influencia de agentes germanos y soviéticos (por intereses económicos los primeros e ideológicos los segundos).
El saldo total fue de unos 800 muertos nunca identificados: ancianos, mujeres, niños y hombres.
El peronismo lo utilizó con posterioridad para acusar al gobierno radical de reprimir a los obreros.
La película Un pogrom en Buenos Aires, de 2007, dirigida y escrita por Herman Szwarcbart, representa esta masacre.
Eliahu Toker, Leonardo Senkman, Gabriel Feldman, Eduardo Vigovsky, Sammy Lerner y Zelko Szwarcbart son algunos de los actores que protagonizaron esta película.