Por su parte, su madre, Esther Porter, era una judía emigrada de Odesa, a la que Viñas le atribuyó ideas anarquistas y una personalidad rebelde, contrastando con la figura de su padre, pese a su temprana muerte.Si por un lado Juan Domingo Perón decretó en 1949 la gratuidad universitaria, posibilitando el ingreso de hijos de familias trabajadoras, por otro intervino la Universidad de Buenos Aires y persiguió a los docentes que no se adhirieran a la doctrina oficial que se impartía también en escuelas primarias y secundarias.[2] Pero es en 1953 cuando irrumpe formalmente, cuando junto con su hermano mayor Ismael, Susana Fiorito y Adelaida Gigli fundaron la revista Contorno.Esta actitud polémica con los autores canónicos hizo que los integrantes del grupo Contorno también fueran conocido como «parricidas», denominación acuñada por el crítico uruguayo Emir Rodríguez Monegal.La crítica elogió la obra, declarando que con ella «Viñas parece abrir seriamente (...) una nueva brecha en la problemática siempre vigente de las esencias de la realidad argentina»;[14] no obstante, la dictadura autodenominada Revolución Libertadora prohibió su publicación.Como a otros escritores de su generación, como Haroldo Conti, Rodolfo Walsh, Paco Urondo, y hasta de generaciones anteriores, como Ezequiel Martínez Estrada o Julio Cortázar, la revolución produjo en Viñas un interés que se materializó en un primer viaje a Cuba en 1961, el cual repitió al año siguiente, durante el cual conoció al Che Guevara.[9] Un año más tarde publicó otro de sus textos fundamentales, el ensayo Literatura argentina y realidad política, editado por Jorge Álvarez.Este último año ganó el Premio Casa de las Américas con su novela Hombres de a caballo, otorgado por un jurado formado por Leopoldo Marechal, Julio Cortázar, José Lezama Lima, Juan Marsé y Mario Monteforte Toledo.De los montoneros a los anarquistas (1971), un trabajo originalmente planeado en dos partes pero cuya segunda entrega fue secuestrada por la dictadura del general Lanusse,[20] y Grotesco, inmigración y fracaso (1973), análisis del grotesco criollo de Armando Discépolo, le agregó su incursión en el teatro, con el estreno de Lisandro (1972) y Tupac Amaru (1973), a las que siguió Dorrego, escrita en el mismo período pero estrenada hasta una década después.[7] Sin embargo, la situación en Argentina empezó a degradarse, con la agudización de la violencia política y la represión, por lo que Viñas, apremiado también por motivos económicos, comenzó a dictar clases en universidades de México y Estados Unidos.[17][27] Poco después, la editorial Galerna reeditó su teatro en dos tomos, excluyendo Sarah Goldman, una obra escrita y estrenada en la época de Contorno que Viñas nunca quiso publicar por considerarla fallida.[2] En 1989, y ante el inminente triunfo del peronismo en las elecciones de ese año, Viñas tuvo su primera participación política, al postularse como candidato «simbólico» a intendente de la Capital por la coalición Izquierda Unida, un cargo que por entonces todavía era designado por el Presidente, y para el que los principales candidatos ya habían anunciado nombres.Viñas alegó que fue un homenaje a sus hijos desaparecidos: «Resolví tirar 25 mil dólares por la ventana.Con la llegada del kirchnerismo, pese a compartir algunos puntos de vista con el gobierno, que concitó una importante adhesión de intelectuales, escritores y militantes de los años setenta, Viñas prefirió mantener su independencia; rechazó la invitación a integrar el espacio Carta Abierta alegando que «un intelectual no puede ser oficialista».[6] Por decisión de la familia, no se realizó ningún tipo de velatorio y solo se organizó un homenaje conmemorativo en la Biblioteca Nacional gestionado por su director, Horacio González, tras lo cual sus restos fueron llevados a Monte, donde fueron cremados.Así, en un primer momento sus novelas están ambientadas o se vinculan a episodios o períodos de la historia argentina que le interesa problematizar: la Conquista del Desierto en Cayó sobre su rostro, el peronismo en Los años despiadados, la Guerra civil española y la Década Infame en Un dios cotidiano, la Patagonia trágica en Los dueños de la tierra.[44][45] La radicalidad formal de esta última pareció clausurar en su momento la exploración en el género narrativo, ya que en los años siguientes Viñas se volcó al teatro dedicado a figuras históricas (Tupac Amaru, Manuel Dorrego y Lisandro de la Torre), tendencia que desemboca en un regreso a la novela con Jauría, dedicada a Justo José de Urquiza.[48] Si Literatura argentina y realidad política es el texto crítico nuclear de Viñas, puede considerarse a Indios, ejército y frontera como la obra con la que "clausura" estas relecturas de la literatura canónica desde la violencia política.Escrito casi al mismo tiempo que Cuerpo a cuerpo, que lo prefigura, este ensayo prolonga la tesis de esa novela, a la vez que la amplía, al ya no circunscribirse a la Argentina sino al incorporar una proyección continental de las burguesías liberales positivistas de fines del siglo XIX, desde Porfirio Díaz en México hasta Roca en Argentina.