Santos López-Pelegrín

Su biografía está marcada por dos profundas vocaciones la literaria, a la que dedicó casi todo su tiempo y su entusiasmo, y la política, que recibía como herencia de una larga trayectoria familiar.

Santos López-Pelegrín casó con Tomasa Velasco Panadero, con la que tuvo seis hijos.

Santos López-Pelegrín estudió en el Colegio Imperial de Madrid, la institución educativa más importante de la España del Antiguo Régimen, que desde 1770 estuvo bajo la tutela del rey hasta que, en el año 1816, volvió a ser dirigido por los jesuitas, período de transición que él vivió como escolar.

Para aliviar este quebranto económico, en diciembre de 1830 solicitó un aumento de sueldo y, al no obtenerlo, renunció a su cargo y retornó a la península en una fecha no determinada del año 1832.

Sin embargo, no parece que Santos López-Pelegrín Zabala viviese como un rentista de economía desahogada y tuvo ciertas dificultades para devolver algún préstamo del Estado, al que por otra parte reclamaba con insistencia sus haberes y atrasos.

Todos los López-Pelegrín apoyaron a la monarquía constitucional, tanto en las Cortes de Cádiz como con Isabel II, y se identificaron con el liberalismo más avanzado, sufriendo por este motivo diversas penurias y persecuciones durante las etapas de gobierno absolutista.

Santos López-Pelegrín Zabala fue la excepción, pues si en algún momento formó parte de la corriente más templada del liberalismo progresista, como diputado siempre estuvo más próximo al Partido Moderado.

La firma el año anterior del Abrazo de Vergara, que puso fin a la guerra en el norte peninsular, y la presión sobre los carlistas en el Maestrazgo y las regiones vecinas, forzó a muchos combatientes a abandonar la lucha y buscar refugio seguro al otro lado de los Pirineos.

No olvidó los asuntos económicos, un área que le había interesado muy especialmente durante su estancia en Filipinas.

Se publicaron en distintos diarios madrileños y le dieron justa fama como escritor de sátira política.

Al mismo tiempo que Santos López-Pelegrín Zabala atendía su carrera política y administrativa, desarrollaba otra no menos interesante actividad literaria con el seudónimo de Abenamar.

Una prensa de combate, en la que la frontera entre el político y el periodista era muy difusa, como puso constantemente de manifiesto, tanto en sus crónicas parlamentarias como en sus artículos taurinos o en sus críticas teatrales.

Otras dos de sus obras quedaron inéditas a su muerte: Cristóbal Colón y Abdala.

Sobre todo en sus críticas teatrales se puede comprobar su creciente antagonismo con el drama romántico que dominaba la escena española en aquellos años.

Inclinado hacia el costumbrismo, tan cultivado en artículos periodísticos y tan marcado por el espíritu satírico del sainete, su evolución literaria se vio interrumpida por su temprana muerte.