Se encuentra a 5 kilómetros del río Paraná, sobre la ruta Nacional N.º 12 (asfaltada), la cual es su principal vía de comunicación.
Por ende, la roca comenzó a ser llamada "Pui-po" (fonética en guaraní del término "Py-po", que en español se traduce como "pies y manos").
La zona se caracterizaba por ser una frontera étnica con otras parcialidades que no eran de origen tupí-guaraní sino kaingang.
Hay evidencia de que en la desembocadura del Ñacanguazú existía en la época jesuítica un astillero donde se construían las embarcaciones.
Un importante viajero de la época fue Juan Queirel, quien se desempeñó como agrimensor en misiones, en 1897 publicó una obra para conocer el territorio misionero.
Sin embargo, el emprendimiento decayó cuando Fuentes Ortiz enfermó, y finalmente los cañaverales se secaron.
Juan Bautista Ambrosetti cuenta que a su paso por la zona en 1892 se estaba organizando un establecimiento maderero; cuando volvió a pasar por la zona dos años después en 1894, ya se hallaba en pleno funcionamiento un moderno aserradero, con una moderna tecnología.
Según el testimonio de Ambrosetti, “el aserradero se halla bien instalado, posee un motor a vapor que hace mover todas las maquinarias, una colección de sierras sin fin y circulares, que en ese momento producían un ruido estridente al cortar la madera”.
Niklison menciona otro emprendimiento convencional identificado como Pto Santo Pipo, este contaba con una picada principal, actual avenida San Martín.
El hachero se trasladaba al lugar donde estaba el árbol que había que apear, lo miraba detenidamente y por la inclinación del tronco y disposición de las ramas determinaba de antemano donde caería una vez abatido.
Su primera tarea consistía en limpiar a machete alrededor del tronco, para poder trabajar con mayor libertad de movimientos y revolear el hacha sin obstáculos.
Estas eran trasladas hasta las costas por alzaprimas, carros con dos enormes ruedas que eran tiradas por bueyes o mulas.
En algunos casos se utilizaba también un carro con cuatro ruedas, llamado cachapé, que podía trasladar varias vigas al mismo tiempo.
Una vez en el puerto, las vigas eran arrojadas al río y atadas entre sí para formar gigantescas balsas llamadas jangadas, para que la jangada no se hundiera se usaban troncos de boya, como los cedros.
Las jangadas grandes eran remolcadas por barcos a vapor, pero las pequeñas se movían por sí mismas, llevadas por la corriente y guiadas por un jangadero que viajaba en un bote.
Las jangadas viajaban hasta los aserraderos ubicados río abajo, en Posadas o en algunos casos en Corrientes, Rosario y Buenos Aires.
Para sortearlos la jangada era separada en varias balsas menores que se volvían a ensamblar una vez superados los rápidos.
En el año 1926 se creó un destacamento de policía a cargo del agente Miguel Gruber.
Fueron nombrados sus miembros los señores Víctor Schopfer, Alfonso Menique, Rodolfo Haselbach, Marcos Borel y Gualterio Gessner, quienes debían desempeñar el cargo con carácter “Ad Honorem”.
Asimismo la Cooperativa productora de yerba mate ofrece un atractivo más que interesante: Un museo.
En cuanto al museo denominado "Ángel Horrisberger" en honor a su creador (socio y trabajador de la cooperativa), cuenta con un molino antiguo instalado y en funcionamiento, lo cual permite reconocer la producción de yerba mate en todas sus etapas.