En 1538, y hasta 1553, dirige las obras de la iglesia de San Martín de Trujillo, cuyas trazas hereda pero modifica en parte debido a la dificultad técnica del emplazamiento.
Elabora las trazas y lleva a cabo la obra de la tribuna.
Se abrirá a los nuevos modelos ornamentales del plateresco y a la sobriedad del clasicismo escurialense y del Renacimiento pleno con posterioridad.
Ello supuso un enorme descrédito para Sancho de Cabrera.
Desde entonces Cabrera trabaja en obras de poco relieve artístico y técnico.