Aparece en documentos históricos del año 928 y se le considera una figura devocional local.
Durante su caminata, meditaba intensamente sobre la naturaleza del gozo eterno y la inmortalidad, un misterio que le resultaba incomprensible.
En ese momento, su atención fue capturada por el canto de un ruiseñor, cuyo trino melodioso lo envolvió de tal manera que se sentó junto a una fuente para escucharlo mejor, quedándose profundamente dormido.
[2] La moraleja de esta historia radica en la comparación entre la percepción humana y la eternidad divina.
[4] La leyenda culmina con un acto simbólico: un ruiseñor entra al monasterio llevando un anillo en su pico y lo coloca en el dedo de Virila.
[9] Estas historias reflejan el simbolismo de la contemplación y la trascendencia del tiempo humano frente a la eternidad divina.
En las cercanías del Monasterio de Leyre, se encuentra una fuente conocida como San Birilaren Iturri o Fuente de San Virila, un lugar simbólico vinculado a la leyenda del santo.
Sin embargo, debido a algunos tramos montañosos, el sendero no es adecuado para sillas de ruedas ni accesible para personas con movilidad reducida.