[1] Nacido de una noble familia burgalesa según tradición, o según la historiografía moderna, hijo de mozárabes toledanos con el nombre de Julián ben Tauro (Julián hijo de Tauro),[2] fue profesor nombrado de la Universidad palentina con sólo 24 años, con 35 años abandono la docencia y se retiró a su ciudad natal para preparar durante tres años su entrada en el sacerdocio.
En 1198 fue obligado por el rey Alfonso VIII a aceptar el nombramiento como segundo obispo de la diócesis de Cuenca, cargo que ocupó hasta su muerte.
Fue enterrado en la catedral que estaba construyendo, y en tiempos de su canonización sus restos incorruptos se trasladaron a una arqueta de plata puesta en el altar de la capilla bajo su advocación, en un ábside de la Catedral de Santa María y San Julián de Cuenca, donde recibió veneración.
Al comienzo de la guerra civil (1936), sus reliquias fueron profanadas por anarquistas y su cuerpo, quemado.
En la actualidad, en el mismo sitio donde se veneraba su cuerpo, se conservan los fragmentos óseos que el primer obispo entronizado después de la guerra, Inocencio Rodríguez Díez, mandó recoger y autentificar.