En 989 se fue a Roma para solicitar al papa que le relevara de sus cargos y así permanecería cuatro años en Italia, exiliado como monje en Montecasino.
Puesto que mantuvo malas relaciones con los paganos en Bohemia, decidió regresar a Roma, haciendo una escala en el Principado de Hungría.
Cerca de 972, el Gran Príncipe húngaro Géza abrió las fronteras a misioneros cristianos.
En 1038, los checos del príncipe Bretislav I atacaron Polonia, invadieron Silesia, destruyeron Poznań y Gniezno en 1039 e hicieron desaparecer las reliquias de San Adalberto.
La autenticidad de las reliquias es harto dudosa, pues, al parecer, el santo tiene dos cabezas, una en Praga y otra en Gniezno.
Influyó notablemente en la política de Otón III, que se apoyó en los eslavos para consolidar el Sacro Imperio Romano Germánico.