Fue mandado construir por el califa omeya de Córdoba, Abd al-Rahmán III, entre los años 953 y 957, tal como atestiguan diversas basas y pilastras epigrafiadas pertenecientes a la decoración del salón.
Su concepción como lugar para atender al estricto protocolo ceremonial permitía recibir a los cuerpos administrativos, embajadores y visitantes extranjeros que pedían audiencia con el califa.
Constituye, junto con la Mezquita de Córdoba, el mejor ejemplo conservado en la actualidad del denominado arte califal, que se desarrolló en la península ibérica durante el Califato de Córdoba.
No sería hasta 1944 cuando el arquitecto Félix Hernández,[1] a cargo del yacimiento, hallaría las ruinas del salón y comenzaría un proceso de reconstrucción y restauración que ha durado hasta prácticamente la actualidad.
A ella se accede mediante una arquería triple en el centro, y doble en los laterales.