Atis había jurado a la diosa Cibele que permanecería virgen, pero se enamoró de Sagarítide y rompió su promesa.
[1] En los Fastos se nos narra que Atis, el muchacho frigio, de aspecto digno de ver, sedujo con casto amor en las selvas a la diosa que lleva las torres— Cibele— .
Fue su voluntad reservárselo para sí, que cuidase su templo, y le dijo: «Haz por querer ser siempre muchacho».
Rompió la palabra, y por la ninfa Sagirítide dejó de ser lo que había sido.
Desde ese instante la cólera de la diosa reclamó el castigo.