Posteriormente los itzaes se mudaron a Chakán Putum y vivieron durante más de doscientos años en esa región.
Cuando tuvo tres veces cinco años, vio al príncipe Canek del cual se enamoró.
Cuando tenía dos veces siete años, halló un venado atrapado en una trampa de cazador y con su cuchillo le extrajo el corazón y lo ofreció a uno de los dioses negros que ayudan a los brujos; esa noche soñó que era un tigre sediento.
Sudando las manos a Canek contestó que sin falta estaría ese día.
Entonces llegaron del Mayapán el rey Hunacc Ceel con la princesa y salió Ulil a recibirlos, pero Sac-Nicté lloraba de tristeza.
Ya debía de comenzar la ceremonia, cantaban los sacerdotes y se percibía el fuerte olor a copal, cuando en ese preciso momento llegó Canek con 60 de sus guerreros y arrebató a la princesa del altar sin que nadie pudiese impedirlo, pues actuó de manera muy rápida, y todos habían quedado atónitos ante el evento.
Canek había escapado con la princesa Sac-Nicté y su pueblo hacia el sur, en dirección a Tayasal en el Petén Itzá, salvándose así los itzáes de la furia de sus viejos aliados.