Entonces le ofreció al prefecto enseñarle lo insignificantes que eran los dioses romanos.
Tomó una estatua de Júpiter y la lanzó con cierta violencia contra el suelo, quedando hecha añicos.
A continuación, mandó que los diáconos Marcellus y Exsuperantius fueran también torturados hasta morir agónicamente y, mientras invocaban a Jesucristo, se ejecutó el martirio de ambos.
Fue visitado en la prisión y curado por una piadosa viuda llamada Serena, ya entrada en años.
Aparece representado en Rávena en mosaicos de principios del s. VI.
En la Edad Media las reliquias fueron trasladadas a numerosas ciudades en las que había obispos y ermitaños, por ejemplo, a Asís y a Fermo, como acredita la tradición, y fueron conservadas por el papa Gregorio Magno, lo que se desprende de una carta escrita por él al, por entonces, obispo de Fermo.
Habiendo nacido y vivido en Umbría, San Sabino se venera como santo patrón en Ivrea (Piamonte), donde, el 7 de julio, día en el que allí se le conmemora litúrgicamente, la urna que contiene las reliquias se lleva en procesión por las calles de la ciudad.
Dice otra tradición que, habiendo sido obispo de Faenza, en su catedral hay un espléndido altar, obra de Benedetto de Maiano, donde se conserva el cuerpo del santo, robado por Manfredi del sarcófago ravenés, aún existente en la iglesia dedicada al santo en Fusignano.
Es porque Sabino es el santo protector contra las riadas e inundaciones y el antiguo asentamiento de Prenzlau alrededor de la iglesia de San Sabino en la entrada del río Uecker en el lago del Uecker inferior, (Unteruckersee), estaba expuesto a inundaciones.
Esta situación contrasta con las de Asís y Spoleto, ubicados ambos a una altitud superior a 300 m[5] En realidad, el santo protector contra las inundaciones es Sabino de Plasencia (Savino di Piacenza en italiano), que, por otra parte, no fue mártir.
[2] El Martirologio Romano cita a seis santos de nombre "Sabino".