Después se continuó edificando, en un principio manteniendo la estética inicial, pero después, con el boom del turismo y de la construcción, en los alrededores se levantaron otras urbanizaciones, chalets y bloques de pisos que ya no siguieron el estilo primitivo.
El núcleo residencial originario está declarado como conjunto histórico protegido como bien cultural de interés nacional desde 1995.
Nadie conocía nuestras actividades un tanto ilusorias y no sentíamos la necesidad de identificarlo.
Este era, como ya se ha dicho, el nombre del pequeño torrente, seco casi siempre, que delimita por Levante la playa.
La propiedad presentaba algunos problemas orográficos, tal y como informó Masó a Ensesa, razón por la cual este último adquirió la parcela adyacente.
Más tarde, gracias a la popularidad que estaba ganando la playa y los baños de San Pol (anexos a S’Agaró), junto con el empuje del hijo de Ensesa, Josep Ensesa i Gubert, y del propio Rafael Masó se retomó el proyecto.
[7] Al morir Folguera, Adolfo Florensa continuó las obras sin apartarse de los cánones establecidos por sus predecesores.
Para aprovecharlas se comenzaron a instalar balnearios en los litorales que en un principio tenían una finalidad curativa, pero que al complementarse con otras actividades lúdicas y deportivas se convirtieron en lugares de descanso, entretenimiento y veraneo.
S’Agaró se convirtió en lugar favorito de verano de la alta sociedad catalana y rápidamente su fama traspasó las fronteras alcanzando un reconocimiento internacional llegando incluso a Hollywood en los años cincuenta y sesenta.
Cuando se inauguró en octubre de 1935 Rafael Masó ya estaba muerto aunque participó en la adaptación del hotel para transformarlo en escuela.
[10] La Escuela solamente funcionó aquel curso (1935-1936) ya que su actividad se vio interrumpida por la Guerra Civil.
Por esta razón todos los edificios contaron con grandes zonas ajardinadas y la vegetación tuvo un gran protagonismo dentro del conjunto.
Esta también sirvió para integrar la urbanización en el paisaje, uno de los éxitos del arquitecto.
No lo niveló, sino que supo aprovechar su fisonomía para dotar al conjunto de una mayor belleza.
Los edificios repetían el perfil del terreno, subían y bajaban al mismo ritmo que lo hacían las rocas.
Además, este hecho tiene más valor si se tiene en cuenta que el arquitecto hasta aquel momento casi no había construido residencias de nueva planta exentas.
Tampoco se tiene que olvidar las actividades de carácter cultural dirigidas a todos los públicos y la apertura de la escuela que enlazaban con el ideal extender la cultura al pueblo, propio del novecentismo.