Ruanes

En el siglo XVIII, llegó a tener el mayor índice de población noble o hidalga de Extremadura, en proporción a sus habitantes; esta clase social abandonó después el lugar y pasó a vivir masivamente en Trujillo donde fueron considerados señoritos, en su mayor parte, esta clase que proliferó en la ciudad de Pizarro sin títulos de nobleza ni académicos, y desde donde atendían a sus propiedades; otros fueron a vivir a Cáceres o Madrid para que sus hijos estudiasen carrera, muchos ruanejos destacaron en los campos de la cultura, la medicina, el ejército,… borrando con ello su imagen del pasado; pero nunca perdieron el contacto con su pueblo, aunque la mayoría solo regresaron a la hora de ser sepultados.

El núcleo urbano se encuentra casi deshabitado, el pueblo de los ricos e intelectuales ha quedado en nada; presenta el aspecto de antigüedad en toda su pureza, con casonas señoriales en cuya construcción se empleó la pizarra y el ladrillo.

La mayor prueba de riqueza se encuentra en el cementerio, donde existen capillas y mausoleos en los que todavía se entierran los descendientes de aquellas poderosas familias que conformaban la oligarquía agraria, como los Higuero, los Ávila o los Regodón.

Es un pueblo que permanece intacto, propio para los aficionados a la fotografía o filmaciones.

Por sus calles aparecen animales como gatos, perros, gallinas, lechuzas, que ambientan el paisaje urbanístico.