Ripio, en poesía, se llama a la rima fácil, coletilla superflua o frase vana utilizada para completar un verso; su uso repetido le resta al poema intensidad y valor.
En este sentido, se llama ripioso al poeta o poema que abusan de este fallido recurso.
También se aplica a las partes inconsistentes de una conversación.
Las locuciones verbales y dichos como no perder ripio hacen referencia a la actitud atenta de no perder palabra de lo que se dice u ocasión de intervenir, o a su uso insustancial en escritos, discursos, composiciones artísticas, etc.[1] Algunos autores han utilizado el ripio como subgénero literario (Jorge Llopis) u objetivo crítico (Antonio de Valbuena), como vicio poético (Francisco Camprodón), o como herramienta indispensable (José María Carulla, el ridiculizado autor de "la Biblia en verso").
Los críticos más exigentes, como Leopoldo Alas «Clarín», se lo han imputado a grandes poetas como Rubén Darío, dramaturgos a la altura de Calderón de la Barca y Lope de Vega, zarzueleros como Miguel Echegaray y prolijos versificadores como Campoamor.