Goya se aleja claramente de la tradición velazqueña para acercarse a los ingleses contemporáneos, que representan la figura al aire libre, en un paisaje identificable, lejos de los espacios cerrados preferidos del maestro sevillano y su claroscuro.
La dama está sentada sobre un escalón del terreno, en una postura incómoda que la fuerza a abrir las piernas, orientando sus pies en direcciones opuestas.
La actitud es poco favorecedora, retenida, mira al espectador con la mano izquierda en la cadera, la derecha sujetando el abanico cerrado.
La figura, su ropa y rostro están tratados de modo muy diferente al paisaje.
Los primeros están pintados de manera detallada, y el paisaje con grandes pinceladas.