Con antecedentes en el flabelo egipcio, su estructura evolucionó del tipo fijo circular al modelo plegable.Las varillas se encuentran unidas en el otro extremo (el superior y más ancho al desplegarse) por una banda ancha de tela o papel, a menudo decorada.Se ha constatado que antes del siglo XX, pintores famosos que habitualmente participaron en la decoración de los abanicos se resistían a firmar sus obras y sólo lo hacían cuando eran regalos para damas de alcurnia, ofrecidos por el propio pintor.[12] La otra leyenda llega de Japón y hace referencia más técnica al origen del abanico plegable.Y como también en Asiria sus monarcas aparecen escoltados por sendos esclavos con parasoles, la investigadora Ruiz Alcón razona que el sencillo hecho de espantarse las moscas se convirtió en atributo de los poderosos y la suntuosidad.Se conservan pinturas donde esclavos abanican con flabelos a las matronas o para avivar el fuego de los sacrificios.Fabricado en bambú, seda, papel, marfil, tortuga, plumas y crespones, su suntuosidad llegaría en ocasiones a hacerlo inútil para su original objetivo: darse aire.En China, el origen del abanico rígido se sitúa hacia 2697 a. C., con el emperador Hsiem Yuan, y la referencia escrita más antigua (1825 a. C.) menciona dos abanicos de plumas ofrecidos al emperador Tchao Wong, de la dinastía Zhou.Casi limitado a su uso ceremonial en China, sin embargo en Japón el abanico ha estado unido a lo cotidiano y a lo artístico; sobresalen en especial los relacionados con la ceremonia del té, los usados como objetos en el ritual Shinto, y los abanicos del atrezo teatral, como los exhibidos en los dramas Noh y el «tessen» o abanico de guerra.En Europa se conoce desde el siglo XVI, traído de Oriente por los navegantes y comerciantes portugueses.Otros modelos, como los que pinta en Venecia Tiziano, eran los llamados de banderita, muy comunes en la Italia del siglo XVII.[14] Los defectos técnicos de los abanicos españoles hicieron que su producción fuera superada a finales del XVII por los fabricantes franceses e italianos.En ese mismo periodo, también en Madrid, se conocen talleres en la calle del Carmen y en la Red de San Luis.[17] La calidad de la producción valenciana hizo que floreciera definitivamente en España la industria del abanico.En ellos se desplegaba temas mitológicos, de género, galantes, bucólico-pastoriles, históricos, religiosos, "revival" e incluso infantiles.[26] Algunos de los códigos de este supuesto lenguaje serían que abanicarse rápidamente mirándote a los ojos se traducía como “te amo con locura”, pero si se hacía lentamente, el mensaje era muy distinto: “estoy casada y me eres indiferente”.Si una mujer dejaba caer su abanico delante de un hombre, el mensaje era apasionado "te pertenezco".Si lo apoyaba abierto sobre el pecho a la altura del corazón: “te amo”.
Abanico
gunsen
japonés del
período Edo
(1800-1850) representando al sol; hecho de hierro, bambú y laca. Museo de Arte Asiático de San Francisco,
California
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Cuadro costumbrista de
John Bagnold Burgess
The fan seller
(El vendedor de abanicos), pintado durante sus viaje por España en la segunda mitad del siglo
XIX
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