Restituto del Valle

Estudioso de los clásicos, estaba próximo en ideales e inspiración a los románticos, aunque por carácter e ilustración se contuvo en las normas artísticas.

Como crítico literario publicó numerosos artículos en la revista agustina La Ciudad de Dios.

Su lírica es de tema religioso y cuida las imágenes y el ritmo; fue quizá el mejor poeta agustino del siglo XX.

Compuso la letra de numerosos himnos y cantos religiosos católicos, como el Himno a San Agustín, el Himno a la Virgen de Covadonga (1918), el Salve, Madre[1]​ o el conocidísimo Himno de los Adoradores («Cantemos al Amor de los amores», 1911), que fue himno oficial del XXII Congreso Eucarístico Internacional celebrado en Madrid en 1911, muy famoso en España y América.

Como orador se le debe una Oración Fúnebre del excmo.