A su muerte, Berenguer Ramón I repartió sus dominios entre sus tres hijos; Guillermo (1035-1054) fue conde de Osona, Ramón Berenguer obtuvo Gerona y Barcelona, excepto el extremo sur, entre el río Llobregat y la frontera con el Islam que, constituido como el condado del Panadés fue para Sanç (1035-1049); los tres herederos, al ser menores de edad, quedaron bajo la tutela de su abuela Ermesenda, única representante efectiva del poder condal en Barcelona, Gerona, Osona y el Panadés entre 1035 y 1041.
Los nobles del Panadés, reunidos alrededor de su líder Mir Geribert, son contrarios al poder condal porque este mantiene la paz con los musulmanes, la cual es beneficiosa para los comerciantes de Barcelona y para el conde por las parias que cobra a los reyes taifas musulmanes, pero que es ruinosa para los aristócratas que solo pueden acceder a las riquezas de los musulmanes mediante el saqueo y el botín.
Los barones del Panadés tampoco aceptan que el conde otorgue derechos de franqueza, garantía y seguridad de bienes a las comunidades campesinas, ya que eso les impide imponerles impuestos.
Ermesenda y el abad Oliva tienen más de sesenta años; para todos ellos la potestas condal, la justicia pública y el derecho del Liber ludiciorum no son elementos de un pasado lejano, sino cosas vivas la continuidad de las cuales hay que defender.
Sintiéndose traicionados, los nobles se rebelan y desertan del ejército condal reunido para atacar el condado de la Cerdaña.
Tras el fracaso de la tentativa y mediante una sentencia de un tribunal presidido por el abad Oliba, el obispo es obligado a jurar que no ha tenido nada que ver con la rebelión y a ceder el castillo obispal mientras que Udalart debe indemnizar al conde con doscientas onzas de oro y cederle el castillo Vell.