Desde su juventud incursionó en política, apoyando al líder radical Hipólito Yrigoyen, una posición extremadamente inusual en las clases más acomodadas; se abocó también a la literatura, publicando en 1924 el polémico Risas, lágrimas y sedas, y a los negocios.
La pareja se afincó en Argentina, alternando la residencia porteña con la estancia "Los Cerrillos" que poseía Barón Biza en Alta Gracia, Córdoba.
[3] La acusación sugiere que el accidente pudo haber sido intencional, señalando al esposo Raúl Barón Biza.
Esta gesta se ve reflejada en su libro periodístico Por qué me hice revolucionario (1932) publicado en Montevideo por Editorial Campo.
Sin embargo, el gobierno de Agustín Justo (a quien Barón Biza había llamado "grotesco y fofo tiranuelo"[5]) confiscó en la imprenta la primera tirada completa de cinco mil ejemplares, e inició contra Barón Biza un proceso por obscenidad.
Defendido por Néstor Aparicio, logró con dificultad una absolución, aunque permanecería en la cárcel por razones políticas.
En 1940 regresaron al país, pero la persecución política del gobierno militar originado por Félix Uriburu los llevó a exiliarse nuevamente en Montevideo.
En Punto Final se combinan de manera magistral nihilismo, erotismo y una refinada ironía.
[6] Las solapas de la edición anunciaban dos nuevos libros: “Lepra”, cuyo prólogo es reproducido y “La Ley Maldita”, que sin embargo no serían finalmente publicados.
Cuando Arturo Frondizi alcanzó la presidencia la llamó para encabezar un Consejo Nacional de Educación, y ofreció a Barón Biza un puesto diplomático en Hungría.
Contenía ácido sulfúrico, que le produjo gravísimas quemaduras; Barón Biza huyó del lugar mientras los abogados trasladaban a la mujer al Hospital del Quemado, donde fue intervenida en la cara, el pecho y las manos.
Ferrer parece empecinado en demostrar que BB fue un canalla, un pésimo escritor y un criminal.
(...) Raúl Barón Biza merecía -y sigue mereciendo- un trabajo investigativo a la altura de su breve pero contundente producción literaria, en desmedro del presente intento, claramente oportunista.
De cualquier modo, Barón Biza es menos insultado que el propio lector en un trabajo deficitario y poco riguroso».
En 2010 Magdalena Ruiz Guiñazú publica una versión en soporte papel del ciclo “Secretos de Familia”.