Para evaluar la percepción sobre estas prácticas y estilo de vida desde una perspectiva feminista, se comparan dos marcos polarizadores.
[2] [3]A la vez, algunas feministas lesbianas practican el BDSM y lo consideran parte de su identidad sexual.
[5] Las dos posturas más extremas reflejan a quienes creen que el feminismo y el BDSM son creencias mutuamente excluyentes, y a quienes creen que las prácticas del BDSM son una expresión fundamental de la libertad sexual.
Hacia el final de la década, no obstante, las conversaciones dentro del feminismo empezaron a enfocarse en un nuevo asunto: la sexualidad.
Por ejemplo, Patrick D. Hopkins, en 1994 aplicó análisis crítico a las perspectivas feministas en contra de actos sadomasoquistas.
En 1995, Teresa Hornsby también aplicó marcos feministas al asunto del BDSM y concluyó que los dos no eran contradictorios.
Los perspectivas u opiniones feministas actuales sobre las prácticas BDSM siguen siendo controvertidas y discrepantes entre sí.
[13] El SM lésbico (Sadismo, Sumisión, Masoquismo) ha sido problemático en el análisis de perspectivas feministas sobre el BDSM, especialmente en lo que respecta a si las lesbianas están recreando o no estructuras patriarcales.
Además, una relación abusiva física o emocionalmente real no es segura ni consensuada como lo es el juego BDSM.
[1] Andrea Dworkin ha escrito sobre el asunto y considera al BDSM como una forma de violencia misógina.
[22] Rubin fue una conferencista destacada en la conferencia, donde presentó «Blood under the Bridge: Reflections on 'Thinking Sex'» ante una audiencia de casi ochocientas personas.
[23] En 2011, GLQ: A Journal of Lesbian and Gay Studies publicó un volumen especial, también titulado «Rethinking Sex», presentando trabajo originado en esta conferencia e incluyendo el artículo de Rubin «Blood under the Bridge: Reflections on 'Thinking Sex'».
[24] En 1978, Rubin, junto con Patrick Califia y otras, fundaron el primer grupo de lesbianas BDSM en los Estados Unidos, Samois.