Así, en 1588 se consiguió la licencia para imponer una sisa sobre los productos de consumo básico.
Estas no debieron ser muy efectivas porque en 1604 se vuelve a documentar la necesidad de intervenir en el mismo.
Fue decisivo en este proyecto el intendente Bañuelos, hombre ilustrado y defensor del progreso de la ciudad.
Lasarre bilbaína quien proveyó las estructuras metálicas y las obras avanzaron rápidamente, colocando las baldosas en noviembre de 1886.
Aunque los burgaleses se mostraron muy satisfechos con las obras llevadas a cabo en 1886, también, dado el creciente tránsito de vehículos y mercancías, se dieron cuenta de que la obra hizo su labor en su época, pero con el tiempo se volvían a producir problemas de saturación, debiendo ampliar la estructura existente, reforzando pilares y arcos y construir una nueva plataforma para mejorar la funcionalidad que requería.
Finalizada la contienda, se presentaron varios proyectos, algunos triunfalistas que conmemoraran el fin del conflicto, pero no llegaron a realizarse.
Éste se encargó al escultor Juan Cristóbal y la fundición de la estatua fue realizada por la Casa Codina.
El ganador fue el arquitecto Fernando Chueca Goitia, quien proyectó que, además de elevar los tajamares y realizar un petril en piedra, se realizarían una serie de esculturas que representaran los principales personajes relacionados con el Cid, para lo que se recurrió al asesoramiento de Ramón Menéndez Pidal.
Los trabajos se desarrollaron en 1954 y las esculturas, denominadas Ciclo cidiano, fueron realizadas por Joaquín Lucarini.
Se ubicaron nuevas farolas realizadas por la empresa burgalesa Giménez Cuenda.
Era tal el entusiasmo que se le empezó a denominar "Vía Sacra Cidiana".