Hay coincidencia, sin embargo, en establecer que sus objetivos esenciales son los siguientes: Freud, creador del psicoanálisis, desde luego no fue psicoanalizado por otro analista, pero sí practicó un extenso y profundo "autoanálisis", en gran parte en medio de una intensa correspondencia epistolar con su amigo y colega Wilhelm Fliess.
[1] Por cierto, Freud utiliza aquí la palabra alemana "Selbstanalyse" (que literalmente significa "análisis de uno mismo"), palabra algo ambigua, puesto que no excluye la intervención de otro como analista, pero tampoco la impone.
Dos años más tarde en su artículo "Consejos al médico sobre el tratamiento psicoanalítico", Freud se inclina más claramente hacia la idea de que todo psicoanalista debería someterse a un psicoanálisis con una persona experta, alabando explícitamente a la escuela de Zúrich, liderada por C.G.
Análogamente, el analizado persigue un objetivo terapéutico por un lado, y de aprendizaje profesional, por otro.
Esta constelación puede, a su vez, ser muy productiva y favorable para el avance del trabajo analítico, como también entorpecedora del mismo, en dependencia de la capacidad que muestre el analista didáctico para analizarla e interpretarla adecuadamente.