Pro Deiotaro

Cuando el rey del Ponto declara la guerra al poder romano, la resistencia de Deyótaro fue crucial en la defensa de los intereses del Senado en la zona, y el tetrarca aprovechó su alianza con Roma para consolidar sus propios intereses expansionistas en la región.

Esta alianza culminó en los sucesos de la tercera guerra mitridática, donde Pompeyo venció definitivamente a Mitridates, y recompensó a Deyótaro con Armenia Menor, entre otros territorios, por resolución del Senado en el año 59 a. C.[2]​ Esta amistad con Pompeyo se evidenció durante los hechos de Farsala, donde Deyótaro se alía abiertamente con él, ofreciéndole caballería auxiliar para el combate.

Se produce un pacto tácito entre ambas partes: César necesitaba el apoyo militar de Deyótaro para vencer a Farnaces, y las ventajas de mantener un aliado consolidado en la zona tenían más peso que castigar y condenar mediante la fuerza la alianza del rey con Pompeyo.

Por otra parte, Deyótaro, conocedor de las consecuencias que podría sufrir por sus deslealtades durante la guerra civil, necesitaba mantener buenas relaciones con el poder romano, si deseaba conservar su reino.

Fuera de estas citas no se conocen más miembros del público que supuestamente asistió al juicio.

[4]​ La defensa del abogado se puede dividir en dos ejes: Primero, hace una apelación a las circunstancias extraordinarias que rodean el caso, donde remarca la nula solidez de los cargos contra su cliente, y la misma situación del supuesto juicio, con un único juez (César).

Por otra parte, a la hora de refutar los cargos Cicerón se ve obligado a responder a la estrategia de la acusación; debe rebajar los motivos por los que Deyótaro albergaría algún rencor contra César, y afirma que se alió con Pompeyo por error y desconocimiento, no por querer conspirar contra él, (el mismo orador convenientemente se pone como ejemplo de esto).

Mediante la rebaja de la segunda acusación, Cicerón pretende descartar la primera, ya que una vez la hostilidad del tetrarca queda desmentida, el intento de asesinato pierde el poco peso que tenía, sin pruebas ni testimonios fiables.

Cicerón recuerda al final que los hechos reales difieren de la versión del acusador.

Empieza con la demostración de los hechos, ya que Deyótaro ayudó a César en su campaña, y como benefactor suyo solo podía estar agradecido.

César no debe asustarse, ya que Deyótaro es el más agradecido de todos por sus acciones.

A pesar de que nos es desconocido el veredicto, o si este discurso fue pronunciado en un juicio auténtico, su existencia demuestra que los personajes tenían unas motivaciones y razones para llevar a cabo este acto sin muchas de las formalidades necesarias.

En varios momentos del discurso el orador hace apelaciones a la compasión y a la paz, en referencia a Deyótaro, pero en ningún momento debe dudarse que Cicerón piensa en su propia seguridad y estatus político, sobre todo con el testimonio del retrato que hace del rey, irreal en muchos aspectos para ensalzar sus cualidades y para desmentir la supuesta animadversión respecto al juez.

Si en un primer lugar sancionó al rey no solo fue para castigar sus lealtades, sino también para repartir el territorio expropiado entre otros aliados.

Por una parte, la cuestión de la guerra vivil obliga al rey a escoger un bando, pero hace la elección equivocada, y en este momento debe pagar las consecuencias.

El Imperio Romano en el año 117, la región de Galacia aparece destacada en amarillo.