Principio de precaución

El principio de precaución o principio precautorio (no confundir con el principio de prevención) es un concepto que respalda la adopción de medidas protectoras ante las sospechas fundadas de que ciertos productos o tecnologías crean un riesgo grave para la salud pública o el medio ambiente, pero sin que se cuente todavía con una prueba científica definitiva.

Dichas medidas deben, cuando es posible la elección, representar las soluciones menos restrictivas para los intercambios comerciales, respetar el principio de proporcionalidad teniendo en cuenta riesgos a corto y a largo plazo, y por último ser reexaminadas frecuentemente de acuerdo con la evolución de los conocimientos científicos.

Por último, el Consejo europeo acentuó la importancia de la consulta e información a la sociedad civil.

Esta nueva corriente impulsada por Cass Sunstein[5]​ plantea un escenario en el que el principio de precaución se termina convirtiendo en una herramienta que fácilmente se puede amoldar a los intereses de unos pocos, en detrimento del interés general.

Este terminaría destituyéndolo por el uso discrecional del poder en la toma de decisiones basándose en criterios científicos sin el debido rigor, pero valiéndose del factor de riesgo e incertidumbre.