Cirra utilizó la ventaja de su ubicación para robar y maltratar a los peregrinos que se dirigían al oráculo de Delfos, cobrarles impuestos y lanzar incursiones en tierra délfica, tierra que estaba consagrada a Apolo.
A ello se le añadió una maldición en el nombre de Apolo: la tierra no produciría ningún cultivo, los hijos de sus mujeres y su ganado sería deforme, y todo el grupo étnico que habitaba la ciudad sería erradicado.
Los desesperados cirrenses comenzaron a beber el agua de inmediato, desconociendo que Clístenes la había envenenado con elébora.
Según Polieno, un escritor del Siglo II d. C., después de que la tubería fuese descubierta, los atacantes añadieron al agua el elébora durante la primavera, sin llegar a privar a los cirrenses de agua.
Solón añadió una gran cantidad de elébora al agua del Pleistos y lo dejó fluir a Cirra.