La raza de Pota Blava se caracteriza por tener un sabor intenso muy apreciado en restauración.
Castelló consiguió que se reconociera a esta raza avícula por la Asociación Europea Avícola.
En 1925 Rosa Álvarez que había llegado unos años antes a El Prat de Llobregat se casa con el avicultor Josep Colominas Vergés.
La cría de estos pollos se convirtió en algo que implicaba a muchas personas del pueblo.
Las familias colaboradoras podían quedarse con los descartados, que en muchas ocasiones eran vendidos en los mercados de la zona.
Ese mismo año la raza Pota Blava recibió el sello IGP de la Unión Europea.