Ellos eran los responsables de cargar la talla en las procesiones y habían formado una cofradía en torno a su culto.
Estos incidentes acontecieron principalmente en los años 1587 y 1601, aunque se repetiría en el futuro en numerosas ocasiones, hasta la primera mitad del siglo XVIII.
En esta ocasión son los frailes predicadores o dominicos ―custodios del santuario―, los que advierten a los aborígenes que el día 2 de febrero deben de dejar que los regidores del cabildo trasladen la imagen desde el altar hasta la puerta principal, pues si no lo consentían, serían exclusivamente los propios frailes quienes la portarían durante toda la procesión.
Nombra procurador a Jerónimo Agnese, el cual presenta querella contra los frailes ante la real audiencia de Canarias, amparándose en la anterior sentencia ocurrida 14 años antes, en 1587.
Posteriormente dichas desavenencias volverían a surgir, aunque con menos trascendencia social que las de 1587 y 1601.