Piquillacta es una palabra antigua quechua compuesta: piki, nigua (especie de pulga), y llaqta, pueblo.
Los vestigios de Piquillacta dan la impresión que la urbe fue muy bien planificada urbanísticamente, según el concepto wari clásico, con un plan geométrico muy armonioso y casi perfecto.
Se calcula que albergó a una población de diez mil personas.
Destaca un sector amurallado en el lado noroeste, con 508 recintos circulares casi idénticos, cada uno de unos 4 m² y con un solo acceso, que se suponen fueron graneros o colcas, aunque otra hipótesis (por MacEwan) sugiere que fueron viviendas para guarniciones militares o trabajadores temporales.
En Piquillacta habrían sido almacenados productos agrícolas para su redistribución, de acuerdo a un modelo posiblemente similar al que después se implementó en el imperio incaico.
No hay relatos o alguna pista que indique cuándo, cómo y por qué quedó abandonada Piquillacta, pues dentro de su estructura como ciudad no hay huellas que indiquen influencia incaica en la misma, y si lo hubo, esta puede haber sido durante el periodo de inicios del imperio.