Se trata del personaje histórico que da origen a la leyenda del «chevalier sans peur et sans reproche» («caballero sin miedo y sin tacha») y simboliza por excelencia los valores de la caballería francesa a finales de la Edad Media.
Esta residencia, en realidad una simple casa fortificada, fue construida a comienzos del siglo XV por el abuelo de Bayard, Pierre Terrail "el Viejo".
En 1493, tan pronto como se unió a Ligny, Bayard tuvo ocasión de hacer conocer su valentía y su bravura, que no tardaron en hacerle célebre a pesar de su juventud; sus primeros acciones militares tuvieron lugar en las guerras de Italia, bajo Carlos VIII.
«Como un tigre suelto», dice Théodore Godefroi, « se acorraló a la barrera del puente y con su espada se defendió tan bien que el enemigo no supo discernir si estaba luchando con un hombre o con el diablo.
Con esta bella acción, se mereció la divisa de puerco espín con estas palabras: Vires agminis unus habet».
En esos día el rey otorgó a Bayard las funciones de capitán, grado habitualmente reservado a los nobles poderosos del reino ya que las tropas eran generalmente comandadas por un lugarteniente ya que el capitán, frecuentemente un notable, estaba raramente presente en el campo de batalla.
Bayard estaba entonces en Verona y atacó a cuatro guarniciones venecianas que protegían la puerta de Venecia.
En 1510, intenta raptar al papa Julio II, quien se ha vuelto en contra de sus antiguos aliados franceses.
[2] Pero en julio Bayard debió partir nuevamente con su compañía y tres mil hombres a pie hacia los confines del marquesado de Saluzzo para asegurar el paso de las tropas que estaba reuniendo Francisco 1.º.
La victoria de Marignano en septiembre permitió a Bayard permanecer un poco más largamente en su gobierno del Delfinado, no sin haber tenido que salir muchas veces en campaña hacia Italia o el norte de Francia, a pedido del rey.
Bayard tomó muy seriamente sus funciones y ganó nuevos títulos de reconocimiento.
Tres áreas retuvieros especialmente su atención: la peste, las inundaciones y los bandidos.
En 1524 tuvo que crear nuevos impuestos para financiar la construcción de diques.
En 1522 mientras los cónsules le aconsejaban partir, tomó medidas contra la peste y el hambre que asolaban la ciudad.
Con la columna vertebral rota, insta a sus compañeros a que lo dejen en el lugar y les dice: “Jamás he dado la espalda al enemigo; no quiero comenzar en el fin de mi vida”.
Bayard encarna al jefe subalterno, que no ha conocido funciones destacadas ni ejercido comandos en jefe (a pesar de Francisco I le prometió “los más altos cargos”), pero cuyo renombre histórico, sin embargo, sobrepasa en mucho el de numerosos personajes cuya función o cargo fueron en teoría más importantes.
La imagen clásica asociada a Bayard es la del perfecto caballero, quien no sólo sabe combatir con talento, sino también defender a los oprimidos y oponerse al pillaje de las ciudades vencidas.