Sin embargo, los franceses, sobre todo Maurepas, lo cubren de elogios por su talento y cordura.
El Papa posponía así un monarca católico como Felipe V a un rey que gobernaba una nación protestante.
Para superar esta angustia, el rey español convocó una Junta de Teólogos, presidida por el padre Robinet, que recibió la orden de estudiar si había que cerrar la Nunciatura y romper las relaciones con los Estados pontificios.
El padre Robinet es un buen religioso, que raramente se ocupaba de los asuntos extraños a su ministerio, pero cuando lo hace es siempre escuchado.
Así, vueltas las tornas, Robinet es destituido, y Macanaz huye a Francia.
Al parecer el pueblo de Madrid no sentía especial simpatía por este jesuita francés.