Luchó junto a su padre en la Guerra de Sucesión española, al lado del archiduque Carlos.
Tras caer Barcelona, Barceló solicitó perdón y se trasladó hasta su casa en Marsá.
Huyó a la montaña, donde formó una guerrilla para luchar contra el Gobierno y recuperar las instituciones catalanas, derogadas desde el decreto de Nueva Planta.
Al finalizar la guerra, rehusó seguir en el ejército francés e intentó continuar la lucha.
Compró un barco y se dirigió a Mahón, posesión inglesa tras la firma del Tratado de Utrecht.