Solía adornarse con un motivo protector, un animal o un ser mítico como la Gorgona, en la creencia de que la mirada del mismo podía paralizar al enemigo.[1] La pelta aparece representada a veces con una sola asa, y otras con dos asideros, como los escudos hoplitas, pero no siempre se empuñaba por el interior, sino que a menudo se embrazaba para que el peltasta pudiera sujetar con la mano izquierda así liberada, un puñado de jabalinas, por ello llevaba también una correa de cuero para suspenderla durante las marchas.El mercenario ateniense Jenofonte, jocosamente, describe a unos peltastas enganchados por las correas, al tratar de trepar por una empalizada.Por otro lado, gracias a su armamento, tenían ventaja sobre otras tropas ligeras pero menos protegidas, como los psiloi, los arqueros o los honderos, igualándolos en velocidad de maniobra.[3] Durante la época arcaica y cásica, la tradición marcial griega estuvo dominada casi exclusivamente por la infantería pesada u hoplitas.Así, en lo que es su acción más célebre, en Lequeo: en 390 a. C., un joven general ateniense, Ifícrates, al frente de un grupo de peltastas bien entrenados y disciplinados, logró aniquilar una mora espartana, atacándolos por el flanco derecho para aprovechar que este lado no estaba protegido por el escudo hoplita.