Los huecos y ventanas están recercados con piedra de cantería que se utiliza, además, para reforzar los esquinales y para la cornisa moldurada que corre a lo largo de todo el tejado, dando todo ello un cierto empaque al exterior del edificio, si bien se muestra bastante sobrio al carecer de otros alardes ornamentales.
Traspasando la puerta de entrada, cuyo dintel está reforzado con un arco rebajado interior, se accede al patio en el que destaca por su porte y dimensiones (ya que ocupa casi la totalidad de ese espacio) su impresionante escalera de granito y baranda de fundición que da acceso a un corredor o balcón que, apoyado en monumentales canecillos o ménsulas con molduras, rodea todo ese patio dando servicio a las dependencias del piso alto.
La parte posterior del edificio está constituida por otra especie de torre de considerables dimensiones y con un segundo piso que se eleva sobre el resto y que presenta una galería trasera que da vista sobre el jardín.
Está formado por seis parterres simétricos, con un punto focal central y un cenador o pérgola (hoy desaparecida) en uno de sus extremos y rematado en el otro extremo por los escudos heráldicos de los propietarios.
Este jardín, que se divisa desde un balcón de piedra sobre ménsulas similares a las del patio, se dice que habría sido diseñado muy probablemente por el mismo jardinero francés que diseñó el conocido jardín del pazo de Mariñán, aunque este más modesto y sin tantas pretensiones.
Esta última propietaria por herencia, Amparo Quiroga, transmitió la propiedad del Pazo a la Entidad Lambre S.A., vinculada al Opus Dei, que ha procedido a la completa rehabilitación del edificio.
Esta entidad tiene cedidas en arrendamiento todas las instalaciones a la Asociación Cultural Montecelo, que organiza actividades culturales y formativas, desde una perspectiva cristiana, encomendadas a la Prelatura personal del Opus Dei.