Antálcidas, el comandante de una flota espartana, fue llamado a Susa junto con el sátrapa Tiribazo.
Los atenienses, recordando su desastrosa derrota en 404 a. C., cuando los espartanos se adueñaron del Helesponto, aceptaron negociar, y Tebas, Corinto y Argos, que no estaban dispuestos a seguir luchando sin el apoyo de Atenas, también se vieron forzados a hacerlo.
En una conferencia de paz en Esparta, todas las partes implicadas en la guerra acordaron aceptar los términos dados por Artajerjes.
En los términos del tratado se tuvo como base un decreto del rey persa Artajerjes II: Jonia y Chipre fueron abandonadas a los persas, y los atenienses fueron obligados a ceder sus recientes conquistas en el Egeo.
Un segundo efecto fue la formalización de Esparta como cabeza del sistema político griego.
Usando su mandato para proteger e imponer la paz, los espartanos lanzaron una serie de campañas contra estados que veían como amenazas políticas.