Los mandos brasileños consideraban la operación en extremo arriesgada por temor a las baterías paraguayas e innecesaria por juzgar que el flanqueo y cerco terrestre serían suficientes desde el momento que la flota paraguaya había sido seriamente disminuida tras la batalla del Riachuelo.
Finalmente, las defensas paraguayas demorarían en ser capturadas y hasta que sucediera la flota se vería inactiva por meses en sus posiciones de Curuzú.
Mitre impuso finalmente su posición dejando al arbitrio del almirante la organización y ejecución de la operación.
Inácio designó para forzar el pasaje a los encorazados Brasil (buque insignia), Tamandaré, Colombo, Mariz e Barros, Cabral, Barroso, Herval, Silvado y Lima Barros, llevando a remolque las chatas acorazadas Cuevas, Lindóia y Riachuelo.
El más afectado fue el Tamandaré cuando una bala perforó el condensador de su máquina dejándolo inerte frente a las baterías paraguayas.
El paso de Curupayty fue un éxito para los aliados, especialmente para Mitre, vapuleado en su autoridad tras el desastroso asalto a esa plaza.