En cuanto al aspecto de Palestra, si quisiera ser un efebo, parecería una chica y, si quisiera ser una chica parecería un efebo: su cabello es demasiado corto para llevarlo recogido, la mirada no denota su sexo y con la ceja muestra desprecio tanto hacia los enamorados como hacia los luchadores.
No le gusta nada de lo femenino, por lo tanto no quiere mantener la blancura de sus brazos, ella, en cambio, que habita en las profundidades del Ática, pide a Helios que la broncee, y el sol, con rayos moderados, pone en su piel un tono cobrizo.
La tradición cuenta que, cuando la gimnástica aún no existía como tal, existía Prometeo, y Prometeo fue el primero en practicarla, y Hermes, más tarde, también la practicó con otros, agradeciéndole a Prometeo el hallazgo; por eso, la primera palestra fue la de Hermes; por otro lado, se creía que, como Prometeo había modelado con agua y arcilla a los hombres a imagen suya, éstos aprendieron ya a ejercitarse en el fango, porque aquella práctica hizo que sus cuerpos fueran apropiados y suficientemente robustos para las prácticas atléticas.
Plexipo y Éneto se enteraron por Palestra de que su invento había sido divulgado e informaron del asunto a Córico.
Para conmemorar a Palestra, hizo que su nombre se refiriera al arte de la lucha.