La palatabilidad es la recompensa hedónica (en este caso, el placer del gusto) proporcionada por alimentos o bebidas que son agradables al paladar y que a menudo varía en relación a la satisfacción homeostática de las necesidades nutricionales y/o hídricas.[2] La palatabilidad de una sustancia la determinan procesos relacionados con los receptores opioides en el núcleo accumbens y el pálido ventral .[3] El valor del deseo o incentivo se realiza mediante procesos relacionados con los receptores opioides en la amígdala basolateral.[7] Aunque la falta de saliencia motivacional la puede comunicar la palatabilidad, es independiente y no necesariamente se reduce a ella.[13] [14] Por el contrario, el sabor desagradable de ciertos alimentos puede servir como elemento disuasorio para no consumirlos en el futuro.