Anteriormente, también sesionaba en el lugar el Concejo Municipal de la misma institución, en el denominado Salón Azul.
Cuando los conquistadores españoles llegaron a Chile, los indígenas de esa localidad se habían revelado del imperio Inca.
Es en este periodo que comienza el poblamiento de la comuna, desaparecen las antiguas fincas y surgen nuevas avenidas, casas quintas y ya en el siglo XX establecimientos industriales.
El terreno donde se ubica el inmueble perteneció originalmente a una chacra del período colonial que tenía su frente o cabezada hacia el camino real de Ñuñoa (actual avenida Irarrázaval) y que fue adquirida por el empresario Agustín Infante Prado a fines del siglo XVIII.
Más adelante, éste vendió en 1910 varios de estos sitios a José Pedro Alessandri (los cuales formaban parte de la llamada Nueva Población de Ñuñoa), y éste a su vez los traspasó a su hijo Guillermo Alessandri Altamirano, quien luego vendió el sitio donde se emplazaría el inmunda en 1928 a Luis Guzmán Martínez, quien lo vendió finalmente en 1929 al industrial de origen español Fermín Vásquez Menéndez.
Su objetivo era habitarla junto a su cónyuge Benigna de la Fuente Fernández y su hija Maria Luisa, con quien llegó a Chile a principios del año 1908, país donde nacieron Genoveva, Felix, Benita y Fermín, hecho que no pudo lograr ya que sólo su hija Joaquina vivió en el inmueble, hasta el día de la muerte de Fermín, cuando se decidió rematarla.
En 1988, se inauguró un edificio anexo en el costado norte, que respeta el estilo neocolonial imperante, donde funcionan actualmente el Departamento de Obras, Finanzas y Administración, y en 2004, se inauguró un nuevo edificio municipal, ubicado a dos cuadras del inmueble, que absorbió diversas reparticiones municipales.